Intervenciones Parlamentarias de Jorge Fernández

viernes, 25 de marzo de 2011

Alfa y Omega, 17 de marzo de 2011



UN ANTES Y UN DESPUÉS: LAS MASACRES DE CRISTIANOS CONDENADAS POR LAS INSTITUCIONES.

El pasado 22 de febrero, el Pleno del Congreso de los Diputados aprobaba por práctica unanimidad (con sólo cuatro votos en contra), una Moción promovida por el Partido Popular, que tuve el honor de defender, por la que se instaba al Gobierno a adoptar determinadas medidas para garantizar la defensa de la libertad religiosa en el mundo, especialmente en Oriente Medio. Esta iniciativa ha ido acompañada por otras, en el mismo sentido, en el Senado de España, el Parlamento Europeo y el Consejo de Ministros de Exteriores de la Unión Europea.

La declaración del Congreso de los Diputados, como las otras, traía causa y “condenaba con la mayor firmeza los brutales ataques terroristas y la sistemática persecución que están sufriendo las comunidades cristianas en diversos países de Oriente Medio, Asia y África”, violando de manera flagrante el derecho fundamental de libertad religiosa recogido, entre otros muchos textos internacionales, en el art. 18 de la Declaración Universal de los Derecho Humanos.

Es oportuno recordar que Benedicto XVI, en su alocución a las Naciones Unidas con motivo del 60º aniversario de esa Declaración Universal, señalaba que los derechos humanos son “universales, indivisibles e interdependientes” y en esta misma línea se manifestaba el reciente Consejo de Ministros de Exteriores de la UE, al aprobar que “la libertad de religión está intrínsecamente vinculada a la libertad de opinión y de expresión así como a otros derechos humanos y libertades fundamentales que contribuyen a la construcción de sociedades plurales y democráticas”.

En efecto, el citado art. 18, que ha servido de base para la aprobación de todas estas resoluciones, garantiza a toda persona la libertad de manifestar su religión tanto en público como en privado. Por ello, no deja de ser lamentable que el Presidente del Gobierno, en su reciente visita a Túnez, aconsejara a este país que “la religión tiene que estar en el ámbito de lo privado”. Esta recomendación ha sorprendido a los que con tanto asombro como preocupación y esperanza estamos siguiendo los procesos extraordinarios que se están viviendo en Túnez, Egipto y Libia, con la confianza de que se conviertan en sociedades libres, democráticas, plurales y garantes de los derechos fundamentales del hombre de entre los cuales, como decíamos, no es el menor el de la libertad religiosa.

Por otra parte, la Moción casi unánime del Congreso señala que son los Estados los que primariamente tienen el deber de garantizar el respeto a ese derecho fundamental por parte de sus ciudadanos y ahí radica la posible aplicación de la doctrina de la injerencia humanitaria que legitimaría, en su caso, a Naciones Unidas a intervenir cuando los Estados no quisieran o no pudieran hacer respetar ese derecho fundamental.
Todos estos pronunciamientos de organismo tan relevantes de la Unión Europea y de España –en momentos como los actuales, donde el laicismo radical se ha impuesto como lo políticamente correcto en sus instituciones-, no es exagerado decir que marcan un antes y un después en la sensibilización y en el compromiso por la defensa de la libertad religiosa. Así, como ejemplo reciente, el pasado 8 de marzo, el Parlamento Europeo, con ocasión del asesinato del Ministro pakistaní para las Minorías -único cristiano de ese Gobierno y públicamente contrario a las “leyes de blasfemia”-, volvió a manifestarse al respecto y aprobaba una Resolución en la que decía que ese acto terrorista “es otro grave retroceso en la lucha por la tolerancia, el pluralismo y el respeto de los derechos humanos en Pakistán”. Aunque parezca mentira, esto antes no se hubiera producido.

Jorge Fernández Díaz
Vicepresidente Tercero del Congreso de los Diputados

2 comentarios:

  • A las 8:48 a. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

    ¿y las cruzadas?

     
  • A las 10:43 a. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

    No nada peor para un creyente que el traicionar la moral interior.

     

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