BERLIN, 28 DE JULIO DE 2006
El Gobierno de la Nación ni supo prever un caos como el que se produjo ni supo reparar después unas actuaciones tan graves como insólitas.
Un servidor de ustedes fue testigo y afectado directo en esa jornada aciaga por cuanto me encontraba en el aeropuerto de Berlin-Schoenfeld para regresar a Barcelona tras un viaje oficial a la capital alemana. Tenía mi tarjeta de embarque en la compañía de bajo coste easyjet y debía aterrizar en Barcelona a las 12 del medio día . Cuando por la megafonía del aeropuerto se anunció la supresión de los vuelos a Barcelona por estar las pistas invadidas, la gente no daba crédito a lo que oía, pero puedo asegurarles que, como barcelonés y como español, tuve una cierta sensación de bochorno.
Tras cambiar de compañía y de aeropuerto, conseguí salir desde Berlin-Tegel, en Iberia, aterrizando en Madrid a la 1 de la madrugada para proseguir, al día siguiente, el viaje por carretera.
Que un mes después de esa jornada volvamos a la "normalidad política" de discutir acerca del traspaso del aeropuerto de El Prat nos indica el nivel patológico en el que se han instalado determinados discursos políticos.
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