La Vanguardia, 10 de junio de 2007
El pasado domingo, en el Templo del Sagrado Corazón del Tibidabo, se clausuró el Congreso internacional que bajo el lema "Cor Iesu, fons vitae", se celebró en Barcelona. Para el Secretario del evento, Prof. Enrique Martínez, de la Universidad CEU Abad Oliba, se trataba, ante todo, de dar respuesta desde la fe cristiana y la sociedad actual, a la "cultura de la muerte", en denominación acuñada por Juan Pablo II. Esa cultura es la que promueve y justifica el aborto, la contracepción, la clonación, la eutanasia… que, como sabemos, avanza de forma implacable en nuestras sociedades.
En esa solemne clausura, se produjo un hecho destacable como algo extraordinario hoy. El Cardenal De Giorgi, legado especial para la ocasión, consagró las familias del mundo al Sagrado Corazón de Jesús. Soy consciente de que a nuestra actual sociedad, profundamente secularizada, este hecho le merece poca atención -y hasta es posible que poco respeto-, y por ello, quiero recordar algunos apuntes históricos al respecto. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús nace en Paray-le-Monial (Francia) en la segunda mitad del s. XVII. En aquella Francia con la piedad y religiosidad popular atenazada por la herejía jansenista y con el racionalismo cartesiano sentando las bases del relativismo actual al afirmar que las cosas no son lo que son sino lo que yo pienso que son, Jesús se revela a santa Margarita María justo un siglo antes de la revolución francesa y le pide la consagración de Francia a su Sagrado Corazón en la persona de Luis XIV. Esa consagración nunca se efectuó. Vendrá después la Virgen en Fátima, a principios del s. XX, durante la Primera Guerra Mundial y en pleno "octubre rojo" de 1917. A la vidente Lucía de Fátima, le pedirá la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón por medio del Papa, prometiendo la salvación de ese país y evitar la que después sería Segunda Guerra Mundial. Si la Consagración de Francia al Sagrado Corazón no se efectuó como fue pedida, sí lo fue la consagración del Mundo por parte del Papa León XIII en 1899. La segunda se efectuó en su plenitud por Juan Pablo II, en Roma, en 1984, tras el atentado sufrido de manos de Alí Agca el día de la Virgen de Fátima de 1981.
Por último, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el Señor se revelará en diversas ocasiones a Santa Faustina Kowalska, con su Corazón abierto, para revelarle el atributo divino por excelencia para los tiempos actuales: la Divina Misericordia. Juan Pablo II consagró el mundo a la Divina Misericordia el 17 de agosto de 2002 en el Santuario Mundial de Cracovia.
El Templo del Sagrado Corazón del Tibidabo junto al Santuario Nacional de la Gran Promesa de Valladolid y el del Cerro de los Ángeles de Madrid, constituyen la concreción especial de la promesa efectuada al Padre jesuita Bernardo de Hoyos en 1733 sobre el reinado de Cristo en España con más intensidad que en otros lugares. Por su parte, el Templo del Tibidabo, expiatorio por referencia a la Semana Trágica, promovido por san Juan Bosco, se instituyó como Templo Nacional del Sagrado Corazón para ser en España el equivalente al Sacre-Coeur de París para Francia.
Por ello, la consagración mundial efectuada el pasado domingo por persona tan relevante de la jerarquía de la Iglesia y en ocasión y lugar tan señalados, merece ser destacada. Es una auténtica fuente de esperanza para la familia en el mundo de hoy.
Jorge Fernández Díaz
Diputado al Congreso por Barcelona
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