POLITICA Y VALORES CRISTIANOS EN LA ESPAÑA DE HOY. Una Idea de España.
POLÍTICA Y VALORES CRISTIANOS EN LA ESPAÑA DE HOY. UNA IDEA DE ESPAÑA.
Jorge Fernández Díaz
Diputado por Barcelona
Secretario General del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso
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SOLEMNE ACTO DE APERTURA DEL CURSO ACADÉMICO 2006-2007
Universidad Católica San Antonio.
Murcia, 14 de noviembre de 2006.
1.- INTRODUCCIÓN
1.1.- La identidad de España.
1.2.- Las raíces cristianas de España y Europa.
1.3.- La "corriente de las conciencias".
2.- UNA IDEA DE ESPAÑA
2.1.- El "sentido de la historia".
2.2.- La Hispania Romana.
2.3.- La España visigótica.
2.4.- La Reconquista.
2.4.1.- La Marca Hispánica.
2.4.2.- La formación de Cataluña y la Reconquista.
2.4.3.- La Tarraconense y los concilios.
2.5.- Los Reyes Católicos y el Nuevo Mundo.
2.6.- Un cambio de rasante: Descartes y la Ilustración.
2.7.- Los siglos XIX y XX: las dos Españas.
2.8.- El fin de la Modernidad.
2.9.- El Pacto Constitucional.
3.- POLITICA Y VALORES CRISTIANOS, HOY
3.1.- El laicismo.
3.2.- "La fe no se legisla".
3.3.- El relativismo cultural y moral.
3.4.- La laicidad del compromiso político.
3.5.- El debate sobre los valores, hoy
3.6.- Una sociedad igual para todos.
3.7.- Santo Tomás Moro, un modelo a imitar.
Excelentísimo y Reverendísimo Señor Nuncio Apostólico de Su Santidad en España,
Excelentísimos Señores Gran Canciller, Presidente Fundador y Rector Magnífico de la Universidad Católica San Antonio,
Eminentísimos y Reverendísimos Señores Cardenales, Arzobispo de Madrid y Arzobispo de Toledo, Primado de España y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española,
Excelentísimos Señor Alcalde, Señores Consejeros de la Región de Murcia, Señor Almirante Jefe, Señores Miembros de la Mesa y Diputados de la Asamblea Regional y demás Autoridades,
Claustro académico,
Apreciados Alumnos,
Señoras y Señores,
Agradezco muy sinceramente la invitación que esta joven, pero ya prestigiosa y muy querida Universidad, por medio de su Presidente Fundador y buen amigo, el Excelentísimo Señor Don José Luis Mendoza, me ha cursado para poder estar hoy con ustedes con ocasión de la inauguración oficial del Curso Académico 2006-2007, que este año coincide con el X aniversario de su Decreto de creación.
El que ese Decreto lleve la fecha de 13 de noviembre de 1996, festividad de San Leandro -figura tan relevante en la conformación de nuestro ser e identidad histórica-, me parece hoy -dado el tema que voy a tratar-, una coincidencia especialmente feliz.
1.- INTRODUCCIÓN
Señoras y señores:
Voy a hablar de política y valores cristianos en la España de hoy y por ello primero voy a hablar de nuestra identidad histórica. Para recordar cómo el proyecto histórico de conformación de nuestra realidad, viene impulsado e inspirado desde los comienzos por el cristianismo.
Si los valores éticos y morales, tales como la unidad, la libertad, la justicia, el progreso, la solidaridad, la paz, no los integramos en el patrimonio cristiano que a lo largo de la historia ha conformado nuestra identidad, tendremos una democracia muy débil, tendremos una democracia relativista. Será un mero procedimiento para tomar decisiones por mayoría porque hay que tener presente que "la fuerza de la democracia depende de los valores que promueve".
Valores que, como decía Juan Pablo II, "están arraigados en el Evangelio" y como Benedicto XVI les recordaba recientemente en Roma a los miembros del PPE: "la herencia cristiana ofrece las orientaciones éticas necesarias hoy para la búsqueda de un modelo social adecuado para derrotar a la cultura laicista.
1.1.- La identidad de España.
Así pues, hemos de referirnos a nuestro pasado, a la herencia que hemos recibido de las generaciones precedentes. Porque sin pasado no hay identidad y sin identidad hay que inventar el futuro cada día. Esa identidad está basada en realizaciones de orden moral, cultural y político que hemos ido construyendo a lo largo de la historia.
1.2.- Las raíces cristianas de España y Europa.
¿Puede desaparecer la identidad que a lo largo de prácticamente veinte siglos ha conformado la realidad histórica que conocemos como España? Pienso que planteárselo hoy no es una reflexión meramente teórica.
Se percibe una situación de desorientación y de pérdida de identidad tanto en España como en Europa que se puso de manifiesto con el debate para incluir en la Constitución de la Unión Europea, la referencia a las raíces cristianas como una de las aportaciones a la definición de la identidad europea.
1.3.- La "corriente de las conciencias".
Oímos hablar de "muchas Españas": la España constitucional, la España autonómica, hasta oímos hablar ahora de la España plural…, de la misma forma que la historia nos habla de la España de los Austrias o de la España visigótica. Pero siempre el sujeto es España, como realidad previa o preexistente.
Hay, pues, una realidad que se ha ido construyendo y desarrollando a lo largo de la historia. Juan Pablo II nos dirá: "La historia de las naciones objetivada y puesta por escrito es el elemento decisivo para la identidad de la nación en su dimensión temporal". Y se preguntará: ¿Puede ir la historia contra la corriente de las conciencias?"
Siguiendo este hilo argumental -sobre la "corriente de las conciencias"-, y al referirnos a España, podemos hablar de cuatro corrientes a la hora de analizar la formación de nuestra conciencia nacional y atisbar nuestro futuro colectivo:
- Una, la marxista, que la fundamenta en la dinámica de la lucha de clases y del progreso económico.
- Una segunda, la organizada intelectualmente en torno a la Revista de Occidente -la llamada Generación del 98 que vivió la melancolía de la pérdida definitiva de nuestro Imperio colonial a finales del siglo XIX y que creyó que el futuro de España pasaba por el olvido de su pasado y en su europeización.
- Una tercera, es la trasmitida a través de la Institución Libre de Enseñanza y personificada en el pensamiento de Giner de los Ríos, que apuesta por una sociedad española naturalista y laica, cerrada a la trascendencia y con un claro influjo de la Ilustración francesa.
- Y por último, la corriente que podríamos denominar, en sentido amplio, como católica, con muchas variantes y matices en su interior pero con el común denominador de entender a España como "un proyecto histórico" que se constituye animado por su identificación con el cristianismo. Situamos aquí, entre otros, a Julián Marías, Menéndez Pidal, Menéndez Pelayo o Sánchez Albornoz.
2.- UNA IDEA DE ESPAÑA
2.1.- El "sentido de la historia".
La corriente católica parte de la convicción de que ni los hombres ni las naciones somos fruto del azar ni de la casualidad, ni estamos sometidos a un destino ciego.
"La historia del hombre - dice Juan Pablo II, en "Memoria e Identidad"- se desarrolla en la dimensión horizontal del espacio y del tiempo. Pero, al mismo tiempo, está como traspasada por una dimensión vertical. La historia no está escrita únicamente por los hombres". Y añade: "Junto con ellos la escribe también Dios" y se pregunta otra vez: "¿Cómo escribe Dios la historia humana?"
Desde una visión de fe, podemos descubrir el sentido profundo de la historia, intentar descifrar el "sentido de la historia", como hicieron en el pasado San Agustín o Bossuet o como lo hicieron desde otras perspectivas, Voltaire, Hegel, Augusto Compte o Carlos Marx.
A los ojos de Hegel, -decia Jean Guitton - la historia se ordenaba en torno al destino de Prusia, que al filósofo le parecía la finalidad de la historia. Mientras que para Marx todo se ordenaba alrededor del reino del proletariado y para Mao se ordenaba en torno a la prevalencia de un nuevo tipo de hombre.
Irénnée Marrou, en su Teología de la historia, ya nos dice que los cristianos sabemos por la fe que la historia tiene un sentido… aunque no conozcamos el sentido concreto de los acontecimientos que la conforman. Juan XXIII hablara de la historia "que vela y que desvela todas las cosas".
Siguiendo a San Agustín, podemos afirmar que la Providencia es la que confiere a cada pueblo razón de ser, asegura su papel e ilumina su destino. De esto es de lo que se trata. Claro que no se impone esta Idea de España a nadie. "La verdad no se impone, se propone", pero reivindicamos el derecho y el deber de exponerla y defenderla. Y más en los momentos actuales de nuestra historia.
2.2.- La Hispania Romana.
Siguiendo, entre otros, a Menéndez Pelayo, Menéndez Pidal, García Villada o Julián Marías, se puede afirmar que ya en la Hispania romana, veremos prefigurada la realidad hispánica como antecedente histórico de España.
Es un dato para la reflexión el que, según tradición muy consolidada, ya el año 40 de nuestra era la Virgen vino en carne mortal a Zaragoza a confirmar en la fe apostólica al futuro Santo Patrón de España.
Tradición pilarista que, entre otros, el mismo Vittorio Messori destaca como llena de historicidad al igual que lo fue la restitución de la pierna de Miguel Juan Pellicer -el cojo de Calanda-, en 1640.
La dominación romana de Hispania duró más de seis siglos y toda ella quedó profundamente romanizada; la lengua, la cultura, las leyes, las costumbres y la religión de Roma, se impusieron tan hondamente, que sus huellas aún perduran.
El Imperio Romano fue vehículo de expansión del Cristianismo. Según la tradición, los Apóstoles Santiago y San Pablo estuvieron misionando en Hispania, siendo innumerables los testimonios de la presencia del cristianismo en esa etapa de nuestra historia. Con algunos nombres bastará: San Fructuoso, obispo de Tarragona; San Paciano, obispo de Barcelona; Osio, obispo de Córdoba; determinante en la conversión del emperador Constantino y la celebración el concilio de Nicea.
2.3.- La España visigótica.
Cuando se produjeron las invasiones de los pueblos del norte, se cree que Hispania tendría unos siete millones de habitantes. Parece demostrado que los invasores visigodos y asimilados no llegaban a 200.000. Por ello, el choque entre la cultura e idiosincrasia del país conquistado y la de los conquistadores, no fue violento. La población hispano-romana influyó poderosamente sobre los invasores, y, de este modo, de esta conjunción nació uno de los Estados de más vigorosa personalidad en toda Europa durante el tránsito de la Edad Antigua a la Edad Media.
El Reino godo, la España gótica, pasará a ser rápidamente católica tras la conversión de Recaredo, un siglo después de la conversión de Clodoveo, rey de los francos. Francia será la hija primogénita de la Iglesia, pero España será la hija fiel.
En aquel 8 de mayo de 589, se forjó la nacionalidad española con sello católico. Aquel día, abjurando del arrianismo, entran, en el seno de la catolicidad, un rey con todos sus súbditos, adelantándose en el tiempo a la conocida fórmula de la paz de Augsburgo del siglo XVI: "cuius regio eius religio". Quedaba constituida la unidad religiosa de España que será la base de su unidad civil.
El III Concilio de Toledo es de tal trascendencia histórica para España, para Europa y para la Iglesia, que el mismo Cardenal Ratzinger se refirió a él, en 1990, desde Madrid, definiendo dicho elemento conciliar como "un dato histórico, eclesiástico y europeo de primer orden" y como "una fase de la historia española y europea".
No se nos puede ocultar la relevancia que tiene que el hoy Papa Benedicto XVI aludiera, hace años, a dicho Concilio en esos términos. Por ello, quiero poner énfasis en la idea de España y Europa que formuló en esa ocasión: "unidad a partir de la fuerza del espíritu".
2.4.- La Reconquista.
A comienzos del siglo VIII, con la invasión islámica de la peninsula, entramos en la época histórica conocida como La Reconquista.
En sintonía con el laicismo difuso y el buenismo tolerante -que hoy nos invade-, el mismo concepto de Reconquista se niega. Ocho siglos de nuestra historia, decisivos para forjar nuestra unidad nacional en torno a la Cruz, parecen poco acordes con esa -en palabras de Benedicto XVI-,"dictadura de la opinión común" que considera que la Alianza de Civilizaciones no admite esta interpretación de la historia.
Quizá convenga realizar una breve reflexión en torno a lo que se entiende por Reconquista. Sé muy bien que se ha considerado por no pocos especialistas como una invención o como una convención equivocada, discutiendo, incluso, la existencia misma de un proceso de reconquista, entendida ésta como "un proceso de recuperación de algo propio que previamente se hubiera perdido". Yo, aquí, me remito a don Claudio Sánchez Albornoz, para quien la Reconquista sería una empresa política abanderada por la Monarquía que configuraría un largo puente que llevaba desde la España unida y católica del 711 hasta la España unida y católica de 1492.
Con la unificación de las coronas de Castilla y Aragón en 1474, se sientan las bases de un Estado-Nación moderno, acorde con los principios del Renacimiento. Los ocho siglos de reconquista llevarán a Julián Marías a decir que "el proyecto histórico de España fue durante toda la Edad Media su condición cristiana".
2.4.1.- La Marca Hispánica.
Permítanme que por afectar tanto a la identidad histórica de España, que no se puede entender sin ella, haga una particular referencia a Cataluña. Y ello, tanto por razones de permanente actualidad como personales. En efecto, una corriente nacionalista catalana interpreta que el hecho diferencial de Cataluña encuentra su raíz histórica en la Marca Hispánica, que llevaría, según ese movimiento, a que Cataluña se construyera sobre matriz carolingia mientras que el resto de España se conformó sobre matriz visigótica.
Recordemos brevemente los hechos: Carlomagno funda esta Marca a finales del siglo VIII, como una región "frontera de España" para asegurar esa zona contra las invasiones musulmanas que habían sido frenadas por su abuelo, Carlos Martell, en Poitiers, en 732.
Pero los habitantes de la Marca no se quedaron en la comodidad de la protección del imperio carolingio sino que lucharon junto con el resto de la Hispania invadida en la común empresa de la Reconquista. Y así -por ejemplo-, veremos al conde de Urgel y a los obispos de Vic, Gerona y Barcelona en la expedición guerrera de Córdoba de 1010 y en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa. Y a Jaime I ayudar a San Fernando en la toma de Murcia. Esta clara manifestación de solidaridad hispánica está por encima de cualquier otra diferencia que pudiera evidenciarse.
2.4.2.- La formación de Cataluña y la Reconquista.
Tanto los habitantes de la Marca como los demás tenían conciencia, entonces, de que Cataluña formaba parte de Hispania.
Cataluña formó parte del país que los griegos llamaron Iberia y los romanos Hispania; formó parte de la Hispania romana y visigoda. Sus raíces son, pues, profundamente hispanas.
Y así, encontramos, en la documentación oficial de la época, frases como "aquel mismo verano fue capturada Barcelona, ciudad de Hispania" o "Tarragona era, desde tiempos antiguos, la más noble de las metrópolis hispanas".
También desde el campo catalán existió una total coincidencia en este terreno. En la Crónica de Bernat Desclot este autor narra un viaje del Conde de Barcelona a Alemania para entrevistarse con el Emperador, tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Se presenta diciendo: "Señor, yo soy un caballero de España". Y se presenta a la Emperatriz diciendo: "Yo soy un Conde de España al que llaman el Conde de Barcelona". El Emperador dice a su séquito: "…han venido dos caballeros de España, de la tierra de Cataluña".
2.4.3.- La Tarraconense y los concilios.
Si acudimos a las fuentes documentales eclesiásticas, nos encontramos reiteradamente con la misma idea. Por ejemplo, en las recopilaciones de las Actas de los "Concilios visigóticos e hispano-romanos" siempre se han incluido, sin distinción alguna por su origen geográfico, las correspondientes a los celebrados en la antigua provincia romana tarraconense junto a las demás, sin separarlas de las correspondientes a la "Catholica en Hispania", con la conciencia de que la Tarraconense estaba en -y era- Hispania.
2.5.- Los Reyes Católicos y el Nuevo Mundo.
Pero volvamos ya a la historia general común.
Consumada la Reconquista, parece que la Providencia hubiera dispuesto que había llegado el momento del descubrimiento de un nuevo continente. El viejo continente debía abrirse al nuevo y corresponde a los Reyes Católicos llevar a cabo esa empresa gigantesca. La colonización de América está profundamente sellada por el carácter religioso y evangelizador. Ese espíritu se verá confirmado, de manera ejemplar, en el codicilo del testamento de la reina Isabel.
Los Reyes Católicos primero, como los reyes de la casa de Austria después, se sentirán especiales instrumentos de la Providencia para conducir a sus pueblos hacia la salvación. Será el proyecto histórico de España durante los siglos XVI y XVII, conocidos como los Siglos de Oro.
Por otra parte, no es posible entender el papel desempeñado por la Monarquía hispánica frente a la Reforma protestante en Europa o frente a la amenaza otomana y, en general, en el mundo de las relaciones internacionales de la época, sin aceptar ese hilo de continuidad histórica: el estar España marcada, de forma inconfundible, desde su nacimiento por su catolicidad.
2.6.- Un cambio de rasante: Descartes y la Ilustración.
Llegados a este momento, es precisa una muy breve referencia a un hecho filosófico con consecuencias extraordinarias para la política y la historia españolas y de Europa.
En efecto, la decadencia de España, que se visualiza con la Paz de los Pirineos de 1659, corre paralela a la profunda mutación que - en el pensamiento y en la filosofía-, se produce con Descartes. Descartes rechaza el pensamiento escolástico y la filosofía del Ser –lo que las cosas son- y con su "cogito ergo sum" inicia el camino del relativismo, "las cosas son lo que yo pienso".
Las consecuencias provocadas en Europa con ese cambio son trascendentales. La Monarquía hispánica, que se consideraba a sí misma como instrumento ejecutor de los designios de Dios, tenía que verse notablemente afectada.
En el siglo XVIII, desde nuestra Guerra de Sucesión y en paralelo al desarrollo de la Ilustración, nuestro país se verá sometido al influjo creciente de esas ideas. A partir de la Revolución francesa, España se verá sometida a una confrontación entre su concepción histórica y las ideas de la modernidad, fruto de la Ilustración y traídas, en un primer momento, por los ejércitos de Napoleón.
2.7.- Los siglos XIX y XX: las dos Españas.
Las guerras carlistas y las diversas revoluciones del siglo XIX son resultantes de ese proceso histórico que será el inicio de las llamadas "dos Españas" que se enfrentarán dramáticamente en el siglo XX para alcanzar su culminación en nuestra Guerra civil.
Finalizada la cual, España vivirá otra etapa de su historia que se extenderá hasta la transición política que culminará con el Pacto Constitucional de 1978.
2.8.- El fin de la Modernidad.
Pero justo un año antes, sucederá un acontecimiento, también histórico-filosófico, que marcará otro punto de inflexión en la historia, como lo fue Descartes en el siglo XVII: La modernidad tendrá su certificado de defunción oficial en 1977.
Los intelectuales europeos celebran su reunión bianual que se inicia el 17 de noviembre de ese año, en Venecia. Lo ha convocado y preside el filósofo Louis Althuser. La gran mayoría de los presentes son marxistas, incluido Althuser, en esos años representante máximo del revisionismo marxista que aspiraba a poner al día esa ideología.
Para sorpresa de todos, los más de doscientos asistentes terminan la asamblea con un documento en el que declaran conclusa la modernidad. Según el mismo, la Filosofía de las Luces no ha hecho reales sus promesas. Aunque mantienen su fe en la Razón, aseguran que la interpretación práctica que de ella ha hecho la Ilustración, así como las escuelas y movimientos inspirados en ella, no ha sido capaz de cumplir las esperanzas alimentadas para la liberación de las mentes y de los pueblos. La modernidad -afirman ellos- ha fracasado en el núcleo esencial de su proyecto.
Dos años después, Althuser se presentó en Roma con intención de entrevistarse con el Papa -ya Juan Pablo II-. Lo impidió el Gobierno francés, al parecer, por la proximidad de unas elecciones generales y temiendo que la recepción por el Papa del eminente marxista pudiera favorecer al Partido Comunista. Lo cierto es que, poco después, le contaría a su amigo Jean Guitton, entonces el más prestigioso pensador católico de Francia, el mensaje que pensaba transmitirle al Papa: "lo que Vd. representa es la única fuerza de salvación posible para la sociedad humana".
Desde entonces, vivimos instalados en la post-modernidad que, a falta de contenidos de definición positiva concretos, es una mera referencia cronológica.
2.9.- El Pacto Constitucional.
Un año después de esa histórica asamblea de intelectuales a la que nos referíamos, en 1978, los españoles nos dotábamos de una Constitución que nos homologó políticamente con las democracias liberales occidentales. Hace poco, celebrábamos su XXV aniversario. Hace escasamente tres años, pero parece que ha pasado mucho más tiempo. Demasiado tiempo.
Con esta sucinta referencia a nuestra historia, no he querido sino intentar reflejar, muy brevemente, lo que De Gaulle resumía al referirse a su patria: "una Idea de Francia". Aquí está presente, en mi opinión, una "Idea de España". La idea que encuentra eco en esa "unidad del espíritu" a la que se refirió el Cardenal Ratzinger y en las palabras que Juan Pablo II dirigiera a Europa, desde Santiago de Compostela, con ocasión de su despedida en su primera peregrinación a España en 1982.
Y ese eco se multiplica al recordar, también, las palabras que nos dirigió en su despedida en mayo de 2003, desde la Plaza de Colón de Madrid: "España, tierra de María. España evangelizada, España evangelizadora, ése es el camino".
3.- POLITICA Y VALORES CRISTIANOS, HOY
La sociedad española de hoy, es una sociedad plural, culturalmente cristiana pero profundamente secularizada. No obstante, conviene recordar que un ochenta por ciento de los ciudadanos españoles mayores de dieciocho años se definen a sí mismos como católicos. En un ambiente cultural como el actual esa realidad social sólo puede entenderse como una confirmación más de la presencia entre nosotros de un auténtico patrimonio de civilización, herencia de nuestras raíces cristianas.
3.1.- El laicismo.
El peligro para la libertad y para la democracia -"cuya fuerza, no olvidemos, depende de los valores que promueve"- es el laicismo, es decir, querer encerrar las convicciones religiosas en el ámbito de lo privado negándoles cualquier relevancia publica. Es muy importante, a estos efectos, recordar las palabras de Benedicto XVI a los políticos europeos a cerca de que "apoyando nuestro patrimonio cristiano es como podemos derrotar esta cultura laicista".
La España de hoy está organizada jurídicamente como un Estado aconfesional. Pretender, por tanto, convertir el Estado en laico no puede significar en la practica sino la pretensión de una mutación constitucional sin mandato alguno para ello.
Lo planteo para poner de relieve que uno de los graves riesgos, en estos momentos -en mi opinión-, es, precisamente, el de intentar imponer una nueva religión oficial y obligatoria, el laicismo que ofende a los valores y creencias de una buena parte de la sociedad española y es contraria a nuestra identidad cultural e histórica. Baste recordar los datos sociológicos que hace un momento recordábamos.
Por decirlo de otra manera: se puede gobernar "etsi Deus non daretur" ", es decir, "como si Dios no existiera", con las consecuencias terribles vividas en el siglo XX con el enfrentamiento de las llamadas "ideologías del mal", el nazismo pagano y el comunismo ateo. Pero en cualquier caso, lo que no se puede hacer conforme a las reglas propias de la democracia es gobernar "como si los católicos no existieran".
He hablado de Estado laico con la acepción especifica de laicista. Pero el riesgo se extiende, ahora, más allá del Estado, para llegar a la propia sociedad. Cada día es más frecuente escuchar, desde elevadas instancias del poder, la voluntad política de transformar la sociedad española en una sociedad laica.
3.2.- "La fe no se legisla".
Baste una frase como ejemplo de esta afirmación: "respetamos a la Iglesia pero la fe no se legisla". Esta frase es el paradigma del laicismo, y muy particularmente del laicismo que se nos quiere imponer aquí y ahora en España.
3.3.- El relativismo cultural y moral.
El fundamentalismo laicista -que se esconde tras esa expresión "la fe no se legisla"- confunde voluntariamente laicidad con laicismo y pretende que aceptemos sus verdades -como todo fundamentalismo-, de forma acrítica.
La fe no se legisla…: Al hacer esa afirmación, debe quedar claro que lo que se pretende es tanto "imponer las propias convicciones desde una pretendida neutralidad religiosa laica cuanto evitar que puedan ser recogidas por ley convicciones "que emanan del conocimiento natural sobre el hombre, aunque tales verdades sean enseñadas al mismo tiempo por una religión, pues la verdad es una".
3.4.- La laicidad del compromiso político.
El hecho de que algunas de estas verdades también sean confirmadas por la fe, no puede disminuir ni "la legitimidad civil ni la "laicidad" del compromiso de quienes se identifican con ellas", todo ello, con independencia del papel que la búsqueda racional y la confirmación procedente de la fe hayan desarrollado en la adquisición de tales convicciones.
Otra reflexión tiene que ver con la afirmación de que la ley positiva no puede contradecir a la ley natural. La ley es -según la conocida definición de Santo Tomás de Aquino, - una "ordenación de la razón al bien común promulgada por quien tiene a su cargo la comunidad".
Este es el caso de las leyes "que contradicen fundamentales valores y principios antropológicos y éticos enraizados en la naturaleza del ser humano. En particular, las que hacen referencia a la vida humana en todas sus fases" y las vinculadas con "la promoción de la familia, fundada en el matrimonio evitando introducir en el orden público otras formas de unión que contribuirían a desestabilizarla, oscureciendo su insustituible rol social".
Estos principios "están inscritos en la naturaleza humana y por lo tanto son comunes a toda la humanidad y son, por ello, innegociables", como ha señalado Benedicto XVI a los miembros del PPE reunidos en Roma el pasado mes de marzo. Defender estos principios, por tanto, no es "legislar la fe" sino que es defender a la persona, y, al actuar así en política, no se hace de manera confesional sino en defensa de la dignidad de la persona humana.
3.5.- El debate sobre los valores, hoy
Cuestión derivada de lo anterior es cómo se pueden defender estos principios, convicciones y valores en el debate público en la sociedad actual. Se trata de inventar modos nuevos para decir lo de siempre: "a vino nuevo, odres nuevos".
Señoras y señores, por resumir, hoy en España, el discurso laicista se fundamenta -en mi opinión-, en una especie de silogismo en el que a la premisa mayor le corresponde la afirmación de que sus propuestas se derivan necesariamente de la Constitución, de la democracia y del pluralismo. A la premisa menor le correspondería la afirmación de que sus iniciativas -sobre la vida, el matrimonio, la familia, la educación, etc.- aparecen vinculadas necesariamente a la tolerancia y al consenso social. De esta forma, la conclusión inevitable resulta ser que toda oposición hacia esas propuestas está fundamentada en convicciones intolerantes e incompatibles con el pluralismo social y la aconfesionalidad del Estado.
Por ejemplo, sobre el matrimonio, es recurrente esta idea. "A nadie se le obliga a divorciarse, entonces ¿por qué os oponéis a que lo haga quien lo desea? Podemos cambiar divorcio por aborto pero es curioso observar como el argumento ya no sirve para limitar o prohibir, por ejemplo, el tráfico de armas o de drogas o simplemente circular a más de 120 km por hora, por no referirnos, ahora, al fumar. Lo falaz de esta argumentación pone de manifiesto la jerarquía de valores y de bienes jurídicos a proteger.
3.6.- Una sociedad igual para todos.
La sociedad que resulte de convertir en equivalentes el rechazo y la aceptación del divorcio, del aborto o de la eutanasia, será la misma y única sociedad en la que vivan quienes rechazan y quienes aprueban esas prácticas. Pero una cosa es que la sociedad sea la misma para todos, y otra cosa muy distinta es que la sociedad sea igualmente de unos y de otros.
Conocemos la distinción kantiana entre Derecho y moral, en base a la cual no todo lo moralmente deseable puede ser jurídicamente exigible. Pero ello no obsta para que no tomemos conciencia de que para una gran parte de la sociedad, todo lo legalmente aceptado o simplemente no prohibido, resulta, cuando menos, moralmente lícito.
No tiene sentido, por tanto, pedir a los ciudadanos que, ante iniciativas legales, contrarias a sus convicciones, dejen de lado éstas, haciendo abstracción del tipo de sociedad que consideran deseable.
No quiero acabar mi intervención sin referirme a dos valores -la libertad y la paz- fundamentales en una sociedad pluralista y democrática. En cuanto a la primera, conviene recordar que "sólo es autentica en la medida que realiza el verdadero bien. Sólo entonces ella misma es un bien". Y que la libertad no se puede separar de la verdad". Como nos señaló Juan Pablo II en su encíclica "Fides et Ratio", "libertad y verdad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente".
Y en cuanto a la paz, es necesario dar a cada cosa su propio nombre y hablar con claridad y precisión, de lo contrario y mediante la deformación del lenguaje, contemplamos su valor -el valor de la paz-, con una visión irenista e ideológica, olvidando que la paz es siempre "obra de la justicia y efecto de la caridad" y exige el rechazo radical y absoluto de la violencia y el terrorismo…
3.7.- Santo Tomás Moro, un modelo a imitar.
Y termino, señoras y señores:
Como vemos, son numerosas y exigentes las tareas que nos corresponden a los políticos en la España de hoy. Entiendo que la primera de esas tareas es la defensa de la propia identidad histórica de España mediante el necesario ejercicio de un sano patriotismo, que no debe confundirse, en ningún caso, con el nacionalismo y que al tiempo nos convoca a trabajar a todos para construir un futuro más justo y más solidario.
Por ello, Juan Pablo II, en el contexto del Gran Jubileo del año 2000, quiso ofrecer a los políticos y a los gobernantes, la protección de un Patrono especial: el santo mártir Tomas Moro:
"Su figura es verdaderamente ejemplar para quienquiera que esté llamado a servir al hombre y a la sociedad en el ámbito civil y político. Sobre todo, él no aceptó nunca ir contra la propia conciencia, llegando hasta el sacrificio supremo con tal de no desoír su voz".
A la intercesión de Santo Tomás Moro nos acogemos para que nos obtenga, como señaló Juan Pablo II, "fortaleza, buen humor, paciencia y perseverancia". Para poder ser -como nos dijo- "imitadores suyos, testigo valiente de Cristo e íntegro servidor del Estado".
Muchas gracias.
1 comentarios:
A las 2:26 p. m. , Rodolfo Plata ha dicho...
LAS RAICES CRISTIANAS DE EUROPA LAICA: En las provincias greco romanas, el cristianismo se inició como un movimiento laico. La Epístola apócrifa de los Hechos de Felipe, expone al cristianismo como continuación de la educación en los valores de la paideia griega, que tenía como propósito educar a la juventud en la virtud (desarrollo de la espiritualidad) y la sabiduría (cuidado de la verdad), mediante la práctica continua de ejercicios espirituales (cultivo de sí), a efecto de prevenir y curar las enfermedades del alma. El educador utilizando el discurso filosófico, más que informar trataba de inducir transformaciones buenas y convenientes para si mismo y la sociedad, motivando a los jóvenes a practicar las virtudes opuestas a los defectos encontrados en el fondo del alma, a efecto de adquirir el perfil de humanidad perfecta (cero defectos). El apóstol Felipe introdujo en los ejercicios espirituales la paideia de Cristo a fin de alcanzar la trascendencia humana (patente en Cristo) y la sociedad perfecta (Reino de Dios). A partir de entonces, los pueblos helénicos tomando a Cristo como ejemplo de lo que es la trascendencia humana, lo siguieron no como Dios, sino como hombre, a fin de alcanzar los fines de la paideia (la supra humanidad); por ello lucharon por helenizar el cristianismo estructurando la fe conforme a la razón. Tarea a la que se avocaron: San Basilio, San Gregorio, San Agustín y San Clemente de Alejandría (utilizando el pensamiento de los filósofos greco romanos: Aristóteles, Cicerón, Diógenes, Isócrates, Platón, Séneca, Sócrates, Marco Aurelio,,,). Lo cual propició el choque entre culturas ante la oposición radical e intransigente de los príncipes de la sinagoga al uso de la razón en cuestiones sagradas tendente a evitar que se helenizara el cristianismo y se criticara el profetismo judío para mantenerlo sujeto a la Sinagoga. Desde entonces el talón de Aquiles de la doctrina de la Iglesia ha sido el profetismo judío y el fideísmo bíblico, al abrogar la enseñanza sobre el uso de la razón en cuestiones de fe que Cristo había revelado metafóricamente al ciego de nacimiento (Jn IX, 39), para hacer un juicio justo de nuestras creencias a fin de encontrar la verdad que nos liberara de las falsas certezas de la fe que nos mantienen ciegos__ Provocando en los pueblos cristianos la estulticia generalizada y la entronización del oscurantismo, al olvidar las raíces helenistas de nuestra cultura; lo cual ha convertido las Iglesias en sinagogas, los sacerdotes en rabinos, los cristianos en siervos del gobierno mundial judío, y el judeo cristianismo en religión basura. Así el movimiento cristiano dejó de ser laico y dejó de perseguir los fines últimos de la educación en la paideia; y por ello, no hemos alcanzado la sociedad perfecta ni la trascendencia humana. P Hadot: Ejercicios Espirituales y Filosofía Antigua. Ed. Siruela. http://www.scribd.com/doc/33094675/BREVE-JUICIO-SUMARIO-AL-JUDEO-CRISTIANISMO-EN-DEFENSA-DEL-ESTADO-LA-IGLESIA-Y-LA-SOCIEDAD
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