Intervenciones Parlamentarias de Jorge Fernández

lunes, 18 de septiembre de 2006

Amenazas islámicas al Papa por su conferencia en Ratisbona: El silencio de los corderos.

Quiero empezar recordando a mi buen amigo y compañero del Congreso, Gustavo de Arístegui, tomando el título de su magnifica obra “El islamismo contra el Islam”. Recomiendo vivamente su lectura para entender mejor lo que está pasando no en este momento concreto, sino desde hace ya mucho tiempo. Conviene recordar los atentados del 11S en Nueva York, en Bali, en Londres, ¿en Madrid?.... Por otro lado, ese fanatismo religioso islámico intenta limitar una de las libertades básicas de occidente y que constituyen un auténtico patrimonio de su cultura y civilización: me refiero a la libertad de expresión y de opinión amenazadas, por ejemplo, con ocasión de los “Versos satánicos” de Salman Rushdi, las caricaturas de Mahoma… Pero el salto cualitativo que se ha producido ahora es de una extraordinaria gravedad e importancia. La amenaza se dirige ahora nada menos que al Papa Benedicto XVI a quien los católicos del mundo –mil millones de personas- y la mayoría de gentes de buena voluntad ven, sin duda, como el indiscutible referente ético y moral de la humanidad.
Hay que leerse la magistral intervención del Papa en la Universidad de Ratisbona para ver que se trata de un discurso dirigido desde un entorno académico y universitario de una profunda densidad intelectual y que sin duda tiene por objeto continuar la senda iniciada por Juan Pablo II en la “Fides et Ratio” y que intenta argumentar que no se puede usar la violencia en nombre de Dios.
Por ello, es un insulto a la inteligencia sacar de contexto una cita para utilizarla como coartada, imputando nada menos que al Papa un intento de ofender a una de las tres grandes religiones monoteístas, el Islam.
Para mi, una de las consecuencias que hasta el momento he podido extraer de este grave suceso es que la vieja y venerable Europa se encuentra inmersa en un claro proceso no ya de decadencia, sino de decrepitud. Renunciando a sus raíces cristianas, en el fenecido Tratado constitucional, daba la espalda a una de las fuentes de su identidad. Confrontarse -dialécticamente, intelectualmente…-, con una cosmovisión antagónica y potente como el islamismo resulta así imposible. Con la honrosa excepción de la Canciller Angela Merkel, el silencio de los “príncipes cristianos” ante un ataque de estas características contra uno de los pilares de nuestra identidad es como el silencio de los corderos.

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